Hoy quiero compartir una foto de mi salón, (sí, aún no hemos quitado el árbol de navidad). Donde está la zona de juegos de mi hijo antes había una gran mesa de cristal preciosa. Delante del sofá teníamos una mesa baja. Ahora todo eso se ha ido para dar paso a un espacio más abierto para que el pequeño de la casa pueda moverse y jugar de forma segura.
Hay quien estará pensando que el niño cada vez nos está ganando terreno. Que hay que intentar que el hijo se adapte a la vida de los padres lo antes posible en vez de adaptarnos los padres a la vida de nuestro hijo. Esta corriente de crianza en la que el adulto es la figura principal y la que se tiene en cuenta para la toma de decisiones se llama ‘adultocentrismo‘. La corriente contraria, que pone al hij@ en el centro de la toma de decisiones, se llama ‘niñocentrismo’. ¿Es una mejor que la otra? Pues como todo en la vida, depende. Opino que las posturas extremas no son buenas aliadas. Por tanto, lo mejor es aplicar el sentido común a cada situación.
Todos, en mayor o menor medida, tomamos decisiones adultocentristas o niñocentristas en algún momento. Por ejemplo, darle al niño un paquete de gusanitos o el móvil para que esté entretenido mientras el padre o madre están tomándose un café es una decisión adultocentrista. Dejar la luz encendida por la noche porque a tu hijo le da miedo la oscuridad es una decisión niñocentrista. Poner el Belén de figuras de porcelana en la mesita del salón es una decisión adultocentrista. Hacer colecho es una decisión niñocentrista. Y así un largo etcétera.
Como bien he dicho, los extremos no son buenos aliados, y la forma de actuar de cada persona se basará, no sólo en su postura de crianza, sino también en la forma de ser del niñ@. Si mi hij@ duerme desde los 2 meses una media de 6 horas de un tirón, pasarlo a su habitación a los 6-8 meses (decisión adultocentrista), no va a suponer un cambio tan radical ni tener las mismas consecuencias que cambiarlo de habitación si mi hijo se despertara cada 45 minutos. Desde la postura contraria, no voy a dejar que mi hijo decida por sí solo la ropa que se va a poner (decisión niñocentrista) si está nevando fuera. Ya me encargaré yo de hacer una preselección.
En fin, aunque cada vez hay más evidencias científicas de que satisfacer las necesidades (físicas, emocionales, sociales…) de los niñ@s lo más pronto posible repercute positivamente en el desarrollo del bebé hasta su vida adulta, hay que dejar a un lado las críticas y los prejuicios, y respetar la forma de crianza y las decisiones que tome cada familia. Que, como se dice en mi tierra, ‘en todas las casas se cuecen habas’. Y todos, a nuestra forma, intentamos criar a nuestros hij@s lo mejor que podemos.
Y yo estoy muy feliz con mi salón niñ@ friendly! 😉